Naufragio
Abstract
Todo empezó aquel viernes cuando se disparó el mejor discurso de su vida. Bajó de la tarima con una lluvia de vítores y aplausos que ahogaban su himno de campaña. Prometía de todo y daba la mano a todo el que se la extendía. En eso, estrechó aquélla. La sintió seca, áspera, pegajosa y sucia. Volteó a ver y la sonrisa amarilla y repugnante del piedrero lo esperaba. Reprimió la náusea inicial, estaba en público y mercadeando su imagen, pero el indigente le adivinó el pensamiento. Lentamente le señaló con el dedo índice y dijo sentencioso: —No lo sabes todo, no lo sabrás todo y no lo tendrás todo.