El boxeador catequista
Abstract
Comencé a emborracharme justo al día siguiente de mi última confesión con el padre Domingo. Luego de perder el ojo derecho y la única posibilidad que tenía de ser catequista, sólo me quedaba el ron a palo seco para purificar mis faltas y quitarme de encima esta sensación de pendejo que aun me persigue. — Paisano —me dirigí al chino Manzanero que me sonrió con dientes amarillo nicotina— dame medio litro de Seco Herrerano. — “Pero tú buen homble” —sorprendido por mi petición, ocultando la sonrisa—“tú no bebe lon...”