El filósofo / El arquitecto / Los rinocerontes / Constructor / La tía Chinca / De los trenes
Resumen
Ya poco queda del filósofo en la cantina. Pedazos, retazos. Le faltaba un pie, una pierna al filósofo. Un brazo, una mano. Pocas cosas: un cenicero, la huella de su uña en la madera, el rastrillar del zapato. Limitados a verlo de esa forma era como un cristal en la ventana descomponiendo la luz, irritándola, arañando las paredes donde el papel reproducía figuras borrosas, como ahora el filósofo, arriesgándose a no ser, a irse entre volutas.
Las pocas personas que prestaban atención a la presencia del filósofo, a más de nosotros, también desaparecieron. Luzmila, quien una vez le dio con el plato y su sonrisa en plena cara, se limpió las manos en el delantal, esos dedos rojos de lavar loza, y salió del cuadro, y aunque se presumía que estaba allí, ya nunca más se la pudo ver.
Las pocas personas que prestaban atención a la presencia del filósofo, a más de nosotros, también desaparecieron. Luzmila, quien una vez le dio con el plato y su sonrisa en plena cara, se limpió las manos en el delantal, esos dedos rojos de lavar loza, y salió del cuadro, y aunque se presumía que estaba allí, ya nunca más se la pudo ver.