Caminar es bueno para la salud
Abstract
El lunes catorce de julio Rodolfo Izcabalzeta Munain salió a caminar como lo hacía todos los días de la vida desde que le dio aquel infarto cardíaco que por poco lo lleva a la tumba, pero ese día ya no regresó a su casa.
El doctor Martínez, su médico de cabecera, le dijo que no volviera a fumar en su vida, que comiera poca carne y grasas saturadas y que hiciera ejercicio. Desde que se recuperó Rodolfo había seguido al pie de la letra las indicaciones del galeno. Todas las mañanas salía de su casa frente a la iglesia de Xalteva, bajaba por la calle Real, cruzaba el Parque Central, descendía por la calle La Calzada hasta el lago, y caminaba por la costa hasta la Cabaña Amarilla. Ida y vuelta, a buen paso, le tomaba un poco más de una hora. Rodolfo confiaba que la disciplina que se había impuesto iba a extender su vida por unos veinte años más, tiempo suficiente para ver a sus hijos casados y gozar en tranquilidad la fortuna que había amasado en muchos años de trabajo. Nunca se imaginó que esa disciplina era la que lo iba a llevar a una muerte prematura, y lo que nunca se hubiera imaginado es que la camioneta que lo arrolló iba conducida por Martín, su hijo mayor.
El doctor Martínez, su médico de cabecera, le dijo que no volviera a fumar en su vida, que comiera poca carne y grasas saturadas y que hiciera ejercicio. Desde que se recuperó Rodolfo había seguido al pie de la letra las indicaciones del galeno. Todas las mañanas salía de su casa frente a la iglesia de Xalteva, bajaba por la calle Real, cruzaba el Parque Central, descendía por la calle La Calzada hasta el lago, y caminaba por la costa hasta la Cabaña Amarilla. Ida y vuelta, a buen paso, le tomaba un poco más de una hora. Rodolfo confiaba que la disciplina que se había impuesto iba a extender su vida por unos veinte años más, tiempo suficiente para ver a sus hijos casados y gozar en tranquilidad la fortuna que había amasado en muchos años de trabajo. Nunca se imaginó que esa disciplina era la que lo iba a llevar a una muerte prematura, y lo que nunca se hubiera imaginado es que la camioneta que lo arrolló iba conducida por Martín, su hijo mayor.