Camuflaje
Abstract
La pintura blanca, pastosa y fría, es lo primero. Siempre es más fácil dibujar una sonrisa, crear surcos en la piel de tal manera que, hasta cuando la pintura desparece, el fantasma de esa sonrisa blanca parece quedar sobre la superficie cada vez más marchita y arrugada. Siguen los ojos, grandes y blancos también, las cejas remarcadas, las infinitas soledades que encierra una mirada disimuladas por tanto color. Los labios rojos, de un carmín que ya ninguna muchacha usa porque ha pasado de moda. La nariz da el toque final, esa pelota redonda y brillante que le causa problemas para respirar, y una crisis de alergia que lo obliga a abandonar las fiestas apenas su rol en ellas ha concluido. Koko, el payaso, no recibe dulce y helado como premio al final de su faena. Lo prefiere así.