Vivir sin memoria es peor que la muerte
Resumen
Se miró en el ventanal de vidrio de un edificio y confirmó que estaba bien vestido: camisa celeste de mangas largas, nudo correcto en la corbata y pantalón gris. Vestía elegantemente para realizar una actividad de la cual no tenía la menor idea. En su mente no aparecía el recuerdo de salir de la cama, asearse, desayunar, y organizar las tareas del día. Y, para colmo, algunas personas que había saludado, más por instinto que por estar seguro de conocerlas, no le devolvieron los “buenos días”. Una duda desagradable y odiosa crecía dentro de sí. Debía decir: soy, era o he sido, porque cada acción verbal va unida a la connotación de existencia y tiempo. Una existencia que no tenía objetivos y un tiempo que no sufría grandes cambios, porque los cambios en el tiempo los dan las acciones que realizamos. Miró su reloj, éste marcaba las ocho y cuarenta minutos. Era de mañana.