El becerro de oro
Resumen
Miré disimuladamente el reloj. Eran las 9:58 a.m., y me preguntaba por qué aquella mañana no había recibido ningún mensaje de texto o correo electrónico que me rescatara de la maratónica reunión de presupuesto. Cualquier excusa hubiera sido buena: una emergencia en casa, un problema con las computadoras del departamento.
Entre bostezos, tazas de café y largas explicaciones, se terminaba en discusiones sobre los vaivenes del mercado, los gastos superfluos de las otras instancias y del crecimiento de la cartera morosa.
Entre bostezos, tazas de café y largas explicaciones, se terminaba en discusiones sobre los vaivenes del mercado, los gastos superfluos de las otras instancias y del crecimiento de la cartera morosa.